Imagen 1: Susan Meiselas, Tropas sandinistas a
las puertas del cuartel de la guardia nacional en Estelí (“Molotov Man”). 1979.
Departamento de Estelí, Nicaragua. Impresión cromogénica. Dimensiones: 48 x
68.4 cm. National Gallery of Art. Washington D.C., Estados Unidos.
por Diego H. Dávila Huerta
La Revolución Popular Sandinista tuvo como principal característica la formación y participación de bases de apoyo en la sociedad civil. La insurrección civil de 1979 apoyó los esfuerzos que la guerrilla había comenzado a finales de los años 50, y logró derrocar al régimen dictatorial de la familia Somoza, instaurando un proyecto de estado de características socializantes. El gobierno revolucionario llevó a cabo campañas de alfabetización, reparto agrario y vacunación. Junto a esto se fortalecieron los órganos de difusión cultural e informativa del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que se encargaron de difundir un perfil histórico de la revolución hasta su derrota electoral en 1990. Actualmente, su memoria histórica se conserva tanto en la memoria viva de sus protagonistas, como en el material audiovisual, editorial y periodístico producido durante la revolución, y que hoy pueden ser recuperados como fuentes historiográficas.
Este ensayo consta de tres
partes: 1] Un esquema sobre el origen de la dictadura somocista; 2] un análisis
de los antecedentes y características de la lucha antidictatorial en Nicaragua;
y 3] Una reflexión acerca de la importancia de los medios visuales durante la
revolución de 1979. Adicionalmente, en este ensayo se realiza un estudio iconológico del trabajo documental de
la fotoperiodista Susan Meiselas[1],
y se propone un análisis de la construcción y transformación simbólica de la
revolución y el sujeto revolucionario en Nicaragua a través de sus fotografías.
La Revolución Sandinista no se
trató únicamente del derrocamiento de una dictadura. Tuvo la particularidad de
constituirse como la creación de un nuevo orden subjetivo, así como la
inauguración de un nuevo orden político y social. Como Iosu Perales (2005, 99) sugiere,
“el mundo naciente” no trastocó únicamente las estructuras de propiedad y
gobierno; su concepción involucró la creación, destrucción y transformación de
códigos, tradiciones y creencias que atravesaban a toda la sociedad
nicaragüense. Existe además una matriz simbólica que identifica la revolución
nicaragüense con las metáforas de la esperanza, la promesa y el sueño (Delgado
2014, 110). La lucha antiimperialista es parte fundamental de la línea política
gubernamental promovida por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN),
y es parte importante de la construcción historiográfica que fue creada durante
el gobierno revolucionario de la década de 1980.
La Revolución que culminó en 1979
retomó la lucha revolucionaria antiimperialista iniciada por el caudillo
Augusto C. Sandino como su raíz cronotópica real[2],
transfigurándola para amoldarse a un discurso que le acomodara a las tres
corrientes revolucionarias que conformaron al Frente[3].
El orden subjetivo en creación implicó una pugna por los recursos discursivos y
conceptuales en torno a los que se idearon los movimientos insurreccionales en
Nicaragua durante el siglo XX. Las fuerzas revolucionarias que tomaron el poder
en 1979 no fueron una masa popular de carácter horizontal, sino más bien un
“conglomerado jerarquizado”, compuesto por un núcleo de “hombres cultos”, esto
es, de origen urbano (Perales 2005, 46).
El derrocamiento de la dictadura
fue ideado desde el FSLN como el advenimiento de una realidad distinta, y
teóricamente puede verse como la fundación de estados democráticos en países
que no habían tenido tal experiencia. La memoria de la Revolución Sandinista es
una reconstrucción institucional, que se basó en fuentes alternativas al
registro lectoescritural impuesto por el somocismo;[4]
el gobierno sandinista hizo uso de murales, esténciles y música folklórica para
difundir su proyecto político. [5]
Fue aprovechada, por ejemplo, la música de los hermanos Mejía Godoy, que
dignifica la afronta de lo pequeño contra lo inmenso y participa en la
reconstrucción de lo religioso, con pueblos pequeños y combativos y canciones
donde Cristo adquiere un carácter terrenal, y aparece como un hombre pobre,
carpintero y guerrillero. También es importante la aparición de libros como La montaña es algo más que una inmensa
estepa verde, de Omar Cabezas, Revolucionarios
por el evangelio de Teófilo Cabestrero y Trascender los límites de Pablo Centeno-Gómez. Destacan a su vez,
los compendios iconológicos, Nicaragua: 1978-1979,
de la fotógrafa Susan Meiselas, al igual que la compilación de afiches
políticos La revolución es un libro y un
hombre libre, de Oscar Bujard y Ulrich Wirper.
La cronotopía de la Revolución
como un sueño puede ser transfigurada de muchas formas. Un ejemplo es el cuento
“Apocalipsis de Solentiname”, de Julio Cortázar. El relato describe la
ensoñación paradisiaca de la comunidad Primitivista fundada por Ernesto
Cardenal desplazada por el “apocalipsis visual”, herencia de los regímenes
dictatoriales de la década de 1970 (Delgado 2014, 111). Como ocurrió con la
Revolución Sandinista después de su triunfo, el sueño tiene una duración y un
límite después del cual se convierte en pesadilla. Con el fin de consolidar
ideológicamente el triunfo revolucionario y confrontar en el mundo de las ideas
a la Oposición Nicaragüense (los llamados Contras),
la memoria de la revolución viró en favor de un excesivo peso de lo militar,
que subordinó la participación de la
sociedad en lo político y en lo simbólico (Perales 2005: 47). Sin embargo, es
posible rastrear diversas matrices cronotópicas de la idea de revolución que se
complementan o se contraponen, como en el caso de las llamadas “insurrecciones democráticas”
(Monroy 1998) que antecedieron al FSLN,[6]
así como manifestaciones políticas posteriores.
1] Dictadura Somocista 1936-1979
Desde el siglo XIX los imperios occidentales se reservaron
el derecho de “guiar, o incluso determinar, la política exterior de los países
más débiles que estaban en la esfera de su influencia” [7],
con el fin de conservar las condiciones de superexplotación
en las sociedades periféricas (Cueva 1990, 65-100). De todos los países de
Nuestra América, Nicaragua sobresale como la república más evidentemente afectada
por la lógica imperialista que constituyó al capitalismo global. Esta práctica
se llevó a cabo a través de intervenciones militares y tratados bilaterales que
otorgaron privilegios a las operaciones de las compañías trasnacionales en el
uso de los recursos naturales y humanos del istmo. El tratado Bryan/Chamorro,
por ejemplo, establecía las garantías de carácter obligatorio que Nicaragua
debía conceder al momento que Estados Unidos “notifique […] su deseo o
intención de construir […]” [8]
un canal interoceánico en territorio nicaragüense. En este contexto de
dominación imperialista sobre Centroamérica, [9]
nacen (casi paralelamente) los movimientos nacionalistas de Augusto C. Sandino
en Nicaragua y Farabundo Martí en El Salvador.
La imposición, en 1936, de
Anastasio Somoza García (Somoza I) como presidente y Jefe de la Guardia
Nacional (GN) de Nicaragua, es un hito de
la historia de América Central. Somoza instauró un gobierno autoritario al
servicio de los intereses de las grandes trasnacionales, asegurando el
enriquecimiento personal de su persona y sus allegados. El latrocinio de la
familia Somoza se sostuvo por dos generaciones. Somoza I consiguió establecer
una alianza política que incorporó, inadecuadamente, las clases trabajadoras en
un proyecto de desarrollo clientelar, pactó los términos de competencia
empresarial con las clases burguesas, y suprimió la disidencia política. Tras
su muerte, la presidencia y el liderazgo de la GN se trasladó –respectivamente-
a sus hijos Luis y Anastasio. Durante la década de 1950 la situación política
de las clases burguesas nicaragüenses se encontraba en oposición al régimen
dictatorial, debido al agotamiento del pacto interburgués que había mantenido
la estabilidad de las relaciones entre las oligarquías tradicionales y el
régimen dictatorial de la familia Somoza (Herrera 1980, 612-645). Cuando las
tensiones llegaron a su límite, los grupos conservadores comenzaron una
conspiración en contra de Luis Somoza, primer sucesor dinástico de la
dictadura. Las clases oligárquicas organizaron una conspiración para derrocar
la dictadura mediante una incursión de desembarco aéreo de elementos
paramilitares, planeada desde Costa Rica. El movimiento armado de las
oligarquías fue rápidamente suprimido, sin embargo, la oposición burguesa
continuaría por la vía de los partidos políticos. Luego de que el Terremoto de
1972 destruyera la ciudad de Managua, así como gran parte de la infraestructura
del país, Anastasio Somoza Debayle (Somoza II) -entonces presidente-, rompió el
equilibrio en el que se daba la acumulación de capital entre los sectores
burgueses, sumando a una parte de dicho sector a la oposición que el régimen
acarreaba desde su nacimiento.
2] Orígenes de la lucha antiimperialista en Nicaragua
El origen de la lucha anticolonialista puede rastrearse
hasta la “encarnizada lucha” con la que comienza la historia indo-hispana
nicaragüense en el siglo XVI [10].
El ideario político de Sandino tuvo presente siempre la lucha antiimperialista,
y consiguió, de hecho, revertir la ocupación estadounidense de Nicaragua
(1912-1933). Sin embargo, las causas de la movilización popular tienen
explicaciones más concretas.
Los pactos que salvaguardaban la
estabilidad política del régimen se vinieron abajo durante los 60 y 70, la
oposición armada se hizo inevitable debido a los siguientes factores: a) El
impulso que la presidencia estadounidense de James Carter dio a las “democracias
viables” (Orduña 2006, 174); b) la denuncia periodística de los abusos de poder
cometidos por los regímenes impuestos por EE.UU., y más específicamente, por el
asesinato de periodistas internacionales (Somoza 1980, 196-208); c) la ruptura
del pacto interburgués de 1947 (Herrera 1980, 612-645); d) el aumento de la
represión a las clases medias; y e) la crisis de los productos agrícolas y el
fracaso del proyecto de desarrollo intrerregional (MERCOMUN), con el
subsecuente estancamiento de la economía nicaragüense (Torres-Rivas 1975,
631-654).
La lucha antidictatorial, que
comenzó finales de la década de 1950,
tuvo diversos matices ideológicos, desde el marxismo hasta el conservadurismo,
como se explica en (Monroy 1998). A la insurrección burguesa siguió el fracaso
de la Guerrilla de El Chaparral y la subsecuente formación del Frente
Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). El primer gran vínculo que el FSLN
estableció fue con el incipiente movimiento estudiantil, surgido tras un breve
periodo de desarrollo social [11].
Del Frente Estudiantil Revolucionario (FER) salió la generación de
intelectuales, como Omar Cabezas y Julio Buitrago, que se encargaron de
politizar a los sectores urbanos. La oposición al régimen pasó de la acción
clandestina rural a la radicalización de la lucha urbana. La represión de la GN
abrevó de los métodos de lucha contrainsurgente al hacer uso de los medios
masivos de comunicación como lo muestra este relato de Omar Cabezas [12]:
“Julio [Buitrago] murió en combate… después de resistir por
horas. La Guardia cometió el error de mostrarlo en televisión peleando, y así
creó una leyenda: mostrar a Julio, solo, contra trescientos guardias… y toda la
gente lo vio…”
La censura de la prensa obligó a la oposición a buscar
formas creativas de hacer propaganda de la lucha armada. Un ejemplo referido
puede ser el denominado “Periodismo de Catacumbas”, que operaba
clandestinamente en templos católicos, donde se congregaba la población y se
informaba sobre la situación en Nicaragua. Esta forma de periodismo consistía
en un “… sistema en que emisor y receptor aparecen íntimamente unidos,
confundidos. Los periodistas llegaron a los templos a informar y a recoger
informaciones” [13].
Mientras tanto, la situación de
marginación en las ciudades tenía efectos tangibles en la sociedad y las
estadísticas: Hacia 1971, 102 de cada mil niños nacidos morían, 80% de los
hogares carecía de agua corriente, y 59% no poseía luz eléctrica [14].
La solución de los problemas económicos y de la marginación social fue
sustituida por la represión. La última fase de la dictadura se caracterizó por
una escalada de la violencia en contra de la población civil. Susan Meiselas
recupera el testimonio de “El Ciego”, un estudiante universitario [15]:
“Imagínate el problema de tirar, por ejemplo. Yo, que era un
militante urbano, trabajando en barrios, tuve que empezar a tirar, a matar.
Imagínate como me sentía. […] Nunca había hecho eso antes.
Uno se pone a reflexionar un momento. Y, ya, uno se acuerda de los niños que
tienen hambre, de las mujeres violadas por la guardia, de los compañeros que
han caído, del país que te espera. Y digo, tengo que quedarme vivo.
¿Entiendes? La violencia individual es una cosa. Pero cuando las masas pasan a
la violencia, eso hace parte de la historia”.
3] Memoria iconográfica de la revolución sandinista
Susan Meiselas viajó a Nicaragua con el fin de registrar la
insurrección popular de 1978, y después de seis semanas se línea de trabajo se
enfocó más en retratar las emociones de un pueblo en revolución, y no tanto la
intensidad del conflicto en el “mundo de los eventos” [16].
La fotografía más difundida de su trabajo en Nicaragua es conocida como
“Molotov Man” (Imagen 1), y es un retrato del guerrillero Pablo “Bareta” Arauz
lanzando un coctel molotov en contra del último bastión de la GN en Estelí el
16 de Julio de 1979, un día antes del triunfo de la revolución sandinista.
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Imagen 2 |
En la foto (Imagen 2) vemos a Arauz lanzando una bomba casera fabricada con un envase de vidrio de la
marca Pepsi; sostiene un rifle FAL con su brazo izquierdo, extendido para dar
impulso al lanzamiento. El rifle, a su vez, invita a mayor reflexión; pues en
la culata podemos observar varias calcomanías con la bandera de Panamá -símbolo
del compromiso del gobierno de Omar Torrijos con las revoluciones centroamericanas.
La mirada del guerrillero expresa ira, que parece proyectada contra un objetivo
que no es mostrado en la imagen; su objetivo era el cuartel de la GN de Estelí.
Del cuello sobresale un crucifijo que se balancea como resultado del movimiento
súbito de su cuerpo. Usa pantalones vaqueros, sostenidos por un cinturón militar
que sujeta otros ítems, combinados con una camisa verde olivo y una boina de
inspiración cubana en la cabeza. Alrededor de él aparecen las figuras de otros
guerrilleros parapetados detrás de costales blancos y un tanque de la Guardia Nacional
que es usado como escudo. El simbolismo de la botella de Pepsi puede parecer
una ironía, tanto en el sentido de que fueron los intereses de las
trasnacionales estadounidenses los que mantuvieron la dictadura somocista hasta
1979, como por el hecho de que serían esos mismos intereses los que exigirían
el cambio de régimen en 1990.
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Imagen 3 |
La publicación a nivel
internacional del trabajo fotoperiodístico de Meiselas en Nicaragua, mostró al
mundo la lucha popular de la ciudadanía nicaragüense contra el autoritarismo.
Su fotografía tiene un lugar importante en la memoria de la revolución
sandinista porque captura un momento de violencia, el lanzamiento de un coctel
molotov, efectuado por un guerrillero.
El sujeto revolucionario que
aparece en la fotografía se convirtió en ícono de la propia Revolución en el
momento en que el comité de propaganda del FSLN decidió sacar la fotografía de
su contexto original de su contexto original e iconologizarla [18],
es decir, racionalizar el contenido de la fotografía y usar la silueta y
semblante del personaje en diversos medios propagandísticos (pinturas murales
con su imagen, esténciles con su silueta, y publicaciones con su retrato). La
imagen fue utilizada en 1980 como portada a un especial de los Folletos
Populares Gaspar Laviana, debido al simbolismo del crucifijo, y como tributo a
los rebeldes cristianos asesinados por la dictadura (Imagen 3). Por su
parte, la silueta del guerrillero fue tomada por la derecha estadounidense para
promover la idea de una agresión comunista en Nicaragua. La fotografía es un
formato tecnológico de documentación resultado de la revolución industrial, y
como tal debemos relacionar su creación con la industria gráfica que permitió
la masificación de lo visual, así como la red de significados que de una sola
imagen, y el sinfín de usos que de ella pueden obtenerse (Kossoy, 2001, 22). La
primer aparición masificada de la imagen fue en cajitas de cerillos
conmemorativos del primer aniversario del triunfo de la revolución, sin
embargo, apareció también como propaganda de la marca Pepsi (Imagen 4) a
principios de la década del 2000 con el slogan “It’s your revolution” [19].
De la misma manera, y en la misma dinámica de tergiversación u olvido de la
memoria histórica, después de la derrota
electoral que llevó al poder a la Unión Nacional Opositora (UNO), los murales
sandinistas, muchos de ellos inspirados en la fotografía de Susan, fueron
cubiertos con pintura negra y se conservan así hasta la actualidad.
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Imagen 4 |
Bibliografía
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[Revisado el 27/12/2018]
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centroamericana e impacto regional del MERCOSUR”, en Revista mexicana de sociología 3 (Julio - Septiembre, 1975):
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anticolonialista en Nicaragua (México: Siglo XXI Editores, 1979), 1.
NOTAS
[1]
Susan Meiselas es una fotoperiodista estadounidense, su trabajo para la agencia
de fotografía Magnum se ha publicado en medios como la revista Time, el New
York Times, The Times y Paris Match. Su trabajo fotográfico en Latinoamérica
incluye, además de la revolución sandinista- la guerra civil de El salvador en
1981, el tránsito migratorio en la frontera México-EE.UU., y la “transición
democrática” de Chile en 1988.
[2]
El concepto de cronotopía, acuñado por Mijaíl Bajtín, puede ser retomado para situar
e incluir el estudio de las resistencias en los diversos planos que abarca la
categoría por su espacialidad y movimientos, que describen una tensión entre
fuerzas que se actualizan a cada instante (Maldonado 2016: 17, 22).
[3]
Antes de la creación de la Dirección Nacional Conjunta (DNC), en 1976, el FSLN
se encontraba dividido en tres facciones: la Tendencia Proletaria, la Tendencia
de la Guerra Popular Prolongada y la Tendencia Insurreccional. Esta división
fue producto de diferencias ideológicas respecto a la importancia de la lucha
de clases populares, la estrategia del foco guerrillero y el papel de las
clases medias y la oligarquía nicaragüense. Estas divisiones ideológicas
impactaron directamente el desarrollo del proceso revolucionario (Hellmund
2013).
[4]
La lucha por la hegemonía cultural puede trasladarse a la apropiación que hizo
la dictadura de diversos símbolos nacionales, en particular del poeta Rubén
Darío. La apropiación de este personaje, porparte del sistema educativo, llegó
a tal grado, que pueden encontrarse versiones editadas de la poesía de Darío,
así como diversos facsimilares dedicados al modernista nicaragüense. Salvadora
Debayle Sacasa, esposa de Anastasio Somoza García era hija de uno de los más
cercanos amigos de Darío, por lo que el poeta dedicó epístolas y versos a
miembros de la familia Debayle (Whisant 1992: 23-25). Este detalle, junto con
la proximidad cultural impuesta desde el gobierno estadounidense (En Nicaragua,
el cumpleaños de Franklin D. Roosvelt fue designado como celebración oficial),
forzaron desde temprano a los revolucionarios a buscar referentes alternativos
a la cultura occidentalizada impuesta por el Estado.
[5]
Cabe un paréntesis para mencionar la importancia de la red internacional de
apoyo a la Revolución. Durante la década de 1980 artistas musicales
latinoamericanos como Amparo Ochoa, Alí Primera, Daniel Viglietti, al igual que
otros músicos anglofónicos, como la banda británica The Clash y el cantante
estadounidense Kris Kristofferson, realizaron grabaciones en apoyo al gobierno
revolucionario nicaragüense. Los cantautores cubanos Silvio Rodríguez y Pablo
Milanés también dedicaron composiciones musicales al consumado esfuerzo
revolucionario. Varios de estos artistas se presentaron en las celebraciones
del aniversario del triunfo revolucionario.
[6]
La invasión de los valles de Olama y los Mollejones es contemporánea a las
Expediciones de Constanza, Maimón y Estero Hondo, en la República Dominicana, y
la Invasión de los exiliados a Paraguay de diciembre de 1959. Estos movimientos
antidictatoriales se encontraban relacionados directamente con miembros de la
extinta “Legión del Caribe” que seguían
en activo (Eiroa y Ferrero 2016, 24-25). Además de esto, en Nicaragua ocupan un
lugar entre los tantos movimientos de oposición al régimen que habían sido
reprimidos: la Insurrección de la Fuerza Aérea en 1957, la Masacre de los
Brasiles el 4 de abril de 1954, y la Guerrilla del Comandante Ramón Raudales,
famosa por aglomerar tanto a miembros de la Guardia Nacional Nicaragüense como
del movimiento nacionalista del caudillo
Augusto C. Sandino.
[7]
Eva L. Trujillo “Latinoamérica ante la globalización”, en Coacciones y oportunidades de la globalización: el caso de Nicaragua
Sandinista y sus relaciones con Estados Unidos (México: UNAM, 2006), 57.
[8]
Firmado en 1914 por el presidente Emiliano Chamorro y el Secretario de Estado,
William Jennings Bryan; y abrogado en 1970 por Anastasio Somoza Debayle y el
embajador de EE. UU., Turner B. Shelton. Tratado Bryan Chamorro, “Artículo I”,
en Gaceta Oficial 8 de Noviembre de
1916, disponible en: http://sajurin.enriquebolanos.org/vega/docs/71
TRATADO chamorro-bryan.pdf [Obtenido el 28 de Marzo de 2017].
[9]
Para 1917 las compañías bananeras estadounidenses controlaban la mayor parte de
las tierras cultivables en el caribe hondureño (Brand 1972, 123). En El
Salvador, las empresas agroindustriales extranjeras se aseguraron el monopolio
de los medios de comunicación desde el siglo XIX (Dalton 1996, 80). Por su
parte, los marines mantuvieron su presencia como ejército de ocupación en
Nicaragua durante 15 años, desde 1921, hasta 1936, año en que instauraron la
dictadura de Somoza.
[10]
Jaime Wheelock Román “Introducción”, en Raíces
Indígenas de la lucha anticolonialista en Nicaragua (México: Siglo XXI
Editores, 1979), 1.
[11]
En 1958, un decreto del presidente Luis Somoza Debayle y el Ministro de
Educación –y futuro presidente- René Schick otorgó autonomía a la Universidad
Nacional de Nicaragua. Más información sobre la etapa de gobierno de Luis
Somoza puede verse en (Ferrero Blanco 2010, 305-334).
[12]
Citado en: Susan Meiselas, Nicaragua
Junio1978-Julio 1979 (Barcelona: Blume, 2008), 80.
[13]
Guillermo Rothschuh Villanueva “El SRPM y el periodismo de catacumbas”, en Anotaciones sobre periodismo y revolución en
Nicaragua (México: Mex-Sur Editorial, 1983), 34.
[14]
Datos presentados por Susan Meiselas.
[15]
Susan Meiselas, op cit, 87.
[16]
Susan Meiselas Photographer (2016). Nicaragua. Obtenido el 29 de Marzo de 2017
en http://www.susanmeiselas.com/latin-america/nicaragua/#id=intro.
Dicho mundo de los eventos puede relacionarse con la teoría de Kossoy (2001)
sobre la autonomía y realidad propia del documento fotográfico.
[17] Susan Meiselas y Joy Garnett “On
the rights of ‘Molotov Man’”, en Harper’s
Magazine 2 (Febrero, 2007): 53-58.
[18]
Sigo la definición de W.J.T. Mitchell de la iconología como el “estudio de las
imágenes a través de los medios”.
[19]
Op cit. 57.
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