jueves, 27 de diciembre de 2018

"Molotov Man" y la memoria gráfica de la Revolución Sandinista (1979-1990)

Imagen 1: Susan Meiselas, Tropas sandinistas a las puertas del cuartel de la guardia nacional en Estelí (“Molotov Man”). 1979. Departamento de Estelí, Nicaragua. Impresión cromogénica. Dimensiones: 48 x 68.4 cm. National Gallery of Art. Washington D.C., Estados Unidos.
por Diego H. Dávila Huerta

La Revolución Popular Sandinista tuvo como principal característica la formación y participación de bases de apoyo en la sociedad civil. La insurrección civil de 1979 apoyó los esfuerzos que la guerrilla había comenzado a finales de los años 50, y logró derrocar al régimen dictatorial de la familia Somoza, instaurando un proyecto de estado de características socializantes. El gobierno revolucionario llevó a cabo campañas de alfabetización, reparto agrario y vacunación. Junto a esto se fortalecieron los órganos de difusión cultural e informativa del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que se encargaron de difundir un perfil histórico de la revolución hasta su derrota electoral en 1990. Actualmente, su memoria histórica se conserva tanto en la memoria viva de sus protagonistas, como en el material audiovisual, editorial y periodístico producido durante la revolución, y que hoy pueden ser recuperados como fuentes historiográficas.

Este ensayo consta de tres partes: 1] Un esquema sobre el origen de la dictadura somocista; 2] un análisis de los antecedentes y características de la lucha antidictatorial en Nicaragua; y 3] Una reflexión acerca de la importancia de los medios visuales durante la revolución de 1979. Adicionalmente, en este ensayo se realiza un  estudio iconológico del trabajo documental de la fotoperiodista  Susan Meiselas[1], y se propone un análisis de la construcción y transformación simbólica de la revolución y el sujeto revolucionario en Nicaragua a través de sus fotografías.
La Revolución Sandinista no se trató únicamente del derrocamiento de una dictadura. Tuvo la particularidad de constituirse como la creación de un nuevo orden subjetivo, así como la inauguración de un nuevo orden político y social. Como Iosu Perales (2005, 99) sugiere, “el mundo naciente” no trastocó únicamente las estructuras de propiedad y gobierno; su concepción involucró la creación, destrucción y transformación de códigos, tradiciones y creencias que atravesaban a toda la sociedad nicaragüense. Existe además una matriz simbólica que identifica la revolución nicaragüense con las metáforas de la esperanza, la promesa y el sueño (Delgado 2014, 110). La lucha antiimperialista es parte fundamental de la línea política gubernamental promovida por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), y es parte importante de la construcción historiográfica que fue creada durante el gobierno revolucionario de la década de 1980.
La Revolución que culminó en 1979 retomó la lucha revolucionaria antiimperialista iniciada por el caudillo Augusto C. Sandino como su raíz cronotópica real[2], transfigurándola para amoldarse a un discurso que le acomodara a las tres corrientes revolucionarias que conformaron al Frente[3]. El orden subjetivo en creación implicó una pugna por los recursos discursivos y conceptuales en torno a los que se idearon los movimientos insurreccionales en Nicaragua durante el siglo XX. Las fuerzas revolucionarias que tomaron el poder en 1979 no fueron una masa popular de carácter horizontal, sino más bien un “conglomerado jerarquizado”, compuesto por un núcleo de “hombres cultos”, esto es, de origen urbano (Perales 2005, 46).
El derrocamiento de la dictadura fue ideado desde el FSLN como el advenimiento de una realidad distinta, y teóricamente puede verse como la fundación de estados democráticos en países que no habían tenido tal experiencia. La memoria de la Revolución Sandinista es una reconstrucción institucional, que se basó en fuentes alternativas al registro lectoescritural impuesto por el somocismo;[4] el gobierno sandinista hizo uso de murales, esténciles y música folklórica para difundir su proyecto político. [5] Fue aprovechada, por ejemplo, la música de los hermanos Mejía Godoy, que dignifica la afronta de lo pequeño contra lo inmenso y participa en la reconstrucción de lo religioso, con pueblos pequeños y combativos y canciones donde Cristo adquiere un carácter terrenal, y aparece como un hombre pobre, carpintero y guerrillero. También es importante la aparición de libros como La montaña es algo más que una inmensa estepa verde, de Omar Cabezas, Revolucionarios por el evangelio de Teófilo Cabestrero y Trascender los límites de Pablo Centeno-Gómez. Destacan a su vez, los compendios iconológicos, Nicaragua: 1978-1979, de la fotógrafa Susan Meiselas, al igual que la compilación de afiches políticos La revolución es un libro y un hombre libre, de Oscar Bujard y Ulrich Wirper.
La cronotopía de la Revolución como un sueño puede ser transfigurada de muchas formas. Un ejemplo es el cuento “Apocalipsis de Solentiname”, de Julio Cortázar. El relato describe la ensoñación paradisiaca de la comunidad Primitivista fundada por Ernesto Cardenal desplazada por el “apocalipsis visual”, herencia de los regímenes dictatoriales de la década de 1970 (Delgado 2014, 111). Como ocurrió con la Revolución Sandinista después de su triunfo, el sueño tiene una duración y un límite después del cual se convierte en pesadilla. Con el fin de consolidar ideológicamente el triunfo revolucionario y confrontar en el mundo de las ideas a la Oposición Nicaragüense (los llamados Contras), la memoria de la revolución viró en favor de un excesivo peso de lo militar, que subordinó  la participación de la sociedad en lo político y en lo simbólico (Perales 2005: 47). Sin embargo, es posible rastrear diversas matrices cronotópicas de la idea de revolución que se complementan o se contraponen, como en el caso de las llamadas “insurrecciones democráticas” (Monroy 1998) que antecedieron al FSLN,[6] así como manifestaciones políticas posteriores.

1] Dictadura Somocista 1936-1979
Desde el siglo XIX los imperios occidentales se reservaron el derecho de “guiar, o incluso determinar, la política exterior de los países más débiles que estaban en la esfera de su influencia” [7], con el fin de conservar las condiciones de superexplotación en las sociedades periféricas (Cueva 1990, 65-100). De todos los países de Nuestra América, Nicaragua sobresale como la república más evidentemente afectada por la lógica imperialista que constituyó al capitalismo global. Esta práctica se llevó a cabo a través de intervenciones militares y tratados bilaterales que otorgaron privilegios a las operaciones de las compañías trasnacionales en el uso de los recursos naturales y humanos del istmo. El tratado Bryan/Chamorro, por ejemplo, establecía las garantías de carácter obligatorio que Nicaragua debía conceder al momento que Estados Unidos “notifique […] su deseo o intención de construir […]” [8] un canal interoceánico en territorio nicaragüense. En este contexto de dominación imperialista sobre Centroamérica, [9] nacen (casi paralelamente) los movimientos nacionalistas de Augusto C. Sandino en Nicaragua y Farabundo Martí en El Salvador.
La imposición, en 1936, de Anastasio Somoza García (Somoza I) como presidente y Jefe de la Guardia Nacional (GN) de Nicaragua,  es un hito de la historia de América Central. Somoza instauró un gobierno autoritario al servicio de los intereses de las grandes trasnacionales, asegurando el enriquecimiento personal de su persona y sus allegados. El latrocinio de la familia Somoza se sostuvo por dos generaciones. Somoza I consiguió establecer una alianza política que incorporó, inadecuadamente, las clases trabajadoras en un proyecto de desarrollo clientelar, pactó los términos de competencia empresarial con las clases burguesas, y suprimió la disidencia política. Tras su muerte, la presidencia y el liderazgo de la GN se trasladó –respectivamente- a sus hijos Luis y Anastasio. Durante la década de 1950 la situación política de las clases burguesas nicaragüenses se encontraba en oposición al régimen dictatorial, debido al agotamiento del pacto interburgués que había mantenido la estabilidad de las relaciones entre las oligarquías tradicionales y el régimen dictatorial de la familia Somoza (Herrera 1980, 612-645). Cuando las tensiones llegaron a su límite, los grupos conservadores comenzaron una conspiración en contra de Luis Somoza, primer sucesor dinástico de la dictadura. Las clases oligárquicas organizaron una conspiración para derrocar la dictadura mediante una incursión de desembarco aéreo de elementos paramilitares, planeada desde Costa Rica. El movimiento armado de las oligarquías fue rápidamente suprimido, sin embargo, la oposición burguesa continuaría por la vía de los partidos políticos. Luego de que el Terremoto de 1972 destruyera la ciudad de Managua, así como gran parte de la infraestructura del país, Anastasio Somoza Debayle (Somoza II) -entonces presidente-, rompió el equilibrio en el que se daba la acumulación de capital entre los sectores burgueses, sumando a una parte de dicho sector a la oposición que el régimen acarreaba desde su nacimiento.

2] Orígenes de la lucha antiimperialista en Nicaragua
El origen de la lucha anticolonialista puede rastrearse hasta la “encarnizada lucha” con la que comienza la historia indo-hispana nicaragüense en el siglo XVI [10]. El ideario político de Sandino tuvo presente siempre la lucha antiimperialista, y consiguió, de hecho, revertir la ocupación estadounidense de Nicaragua (1912-1933). Sin embargo, las causas de la movilización popular tienen explicaciones más concretas.
Los pactos que salvaguardaban la estabilidad política del régimen se vinieron abajo durante los 60 y 70, la oposición armada se hizo inevitable debido a los siguientes factores: a) El impulso que la presidencia estadounidense de James Carter dio a las “democracias viables” (Orduña 2006, 174); b) la denuncia periodística de los abusos de poder cometidos por los regímenes impuestos por EE.UU., y más específicamente, por el asesinato de periodistas internacionales (Somoza 1980, 196-208); c) la ruptura del pacto interburgués de 1947 (Herrera 1980, 612-645); d) el aumento de la represión a las clases medias; y e) la crisis de los productos agrícolas y el fracaso del proyecto de desarrollo intrerregional (MERCOMUN), con el subsecuente estancamiento de la economía nicaragüense (Torres-Rivas 1975, 631-654).
La lucha antidictatorial, que comenzó  finales de la década de 1950, tuvo diversos matices ideológicos, desde el marxismo hasta el conservadurismo, como se explica en (Monroy 1998). A la insurrección burguesa siguió el fracaso de la Guerrilla de El Chaparral y la subsecuente formación del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). El primer gran vínculo que el FSLN estableció fue con el incipiente movimiento estudiantil, surgido tras un breve periodo de desarrollo social [11]. Del Frente Estudiantil Revolucionario (FER) salió la generación de intelectuales, como Omar Cabezas y Julio Buitrago, que se encargaron de politizar a los sectores urbanos. La oposición al régimen pasó de la acción clandestina rural a la radicalización de la lucha urbana. La represión de la GN abrevó de los métodos de lucha contrainsurgente al hacer uso de los medios masivos de comunicación como lo muestra este relato de Omar Cabezas [12]:
“Julio [Buitrago] murió en combate… después de resistir por horas. La Guardia cometió el error de mostrarlo en televisión peleando, y así creó una leyenda: mostrar a Julio, solo, contra trescientos guardias… y toda la gente lo vio…”
La censura de la prensa obligó a la oposición a buscar formas creativas de hacer propaganda de la lucha armada. Un ejemplo referido puede ser el denominado “Periodismo de Catacumbas”, que operaba clandestinamente en templos católicos, donde se congregaba la población y se informaba sobre la situación en Nicaragua. Esta forma de periodismo consistía en un “… sistema en que emisor y receptor aparecen íntimamente unidos, confundidos. Los periodistas llegaron a los templos a informar y a recoger informaciones” [13].
Mientras tanto, la situación de marginación en las ciudades tenía efectos tangibles en la sociedad y las estadísticas: Hacia 1971, 102 de cada mil niños nacidos morían, 80% de los hogares carecía de agua corriente, y 59% no poseía luz eléctrica [14]. La solución de los problemas económicos y de la marginación social fue sustituida por la represión. La última fase de la dictadura se caracterizó por una escalada de la violencia en contra de la población civil. Susan Meiselas recupera el testimonio de “El Ciego”, un estudiante universitario [15]:
“Imagínate el problema de tirar, por ejemplo. Yo, que era un militante urbano, trabajando en barrios, tuve que empezar a tirar, a matar.
Imagínate como me sentía. […] Nunca había hecho eso antes.
Uno se pone a reflexionar un momento. Y, ya, uno se acuerda de los niños que tienen hambre, de las mujeres violadas por la guardia, de los compañeros que han caído, del país que te espera. Y digo, tengo que quedarme vivo.
¿Entiendes? La violencia individual es una cosa. Pero cuando las masas pasan a la violencia, eso hace parte de la historia”.


3] Memoria iconográfica de la revolución sandinista
Susan Meiselas viajó a Nicaragua con el fin de registrar la insurrección popular de 1978, y después de seis semanas se línea de trabajo se enfocó más en retratar las emociones de un pueblo en revolución, y no tanto la intensidad del conflicto en el “mundo de los eventos” [16]. La fotografía más difundida de su trabajo en Nicaragua es conocida como “Molotov Man” (Imagen 1), y es un retrato del guerrillero Pablo “Bareta” Arauz lanzando un coctel molotov en contra del último bastión de la GN en Estelí el 16 de Julio de 1979, un día antes del triunfo de la revolución sandinista.
Imagen 2
            En la foto (Imagen 2) vemos a Arauz lanzando una bomba casera fabricada con un envase de vidrio de la marca Pepsi; sostiene un rifle FAL con su brazo izquierdo, extendido para dar impulso al lanzamiento. El rifle, a su vez, invita a mayor reflexión; pues en la culata podemos observar varias calcomanías con la bandera de Panamá -símbolo del compromiso del gobierno de Omar Torrijos con las revoluciones centroamericanas. La mirada del guerrillero expresa ira, que parece proyectada contra un objetivo que no es mostrado en la imagen; su objetivo era el cuartel de la GN de Estelí. Del cuello sobresale un crucifijo que se balancea como resultado del movimiento súbito de su cuerpo. Usa pantalones vaqueros, sostenidos por un cinturón militar que sujeta otros ítems, combinados con una camisa verde olivo y una boina de inspiración cubana en la cabeza. Alrededor de él aparecen las figuras de otros guerrilleros parapetados detrás de costales blancos y un tanque de la Guardia Nacional que es usado como escudo. El simbolismo de la botella de Pepsi puede parecer una ironía, tanto en el sentido de que fueron los intereses de las trasnacionales estadounidenses los que mantuvieron la dictadura somocista hasta 1979, como por el hecho de que serían esos mismos intereses los que exigirían el cambio de régimen en 1990.

Imagen 3
La publicación a nivel internacional del trabajo fotoperiodístico de Meiselas en Nicaragua, mostró al mundo la lucha popular de la ciudadanía nicaragüense contra el autoritarismo. Su fotografía tiene un lugar importante en la memoria de la revolución sandinista porque captura un momento de violencia, el lanzamiento de un coctel molotov, efectuado por un guerrillero. 
      Este momento tiene un significado mayor si se contextualizan las circunstancias en que se tomó, y se crea un vínculo entre la acción de lanzamiento registrada en la imagen, y la expulsión, a través de la insurrección popular, de Anastasio Somoza Debayle, misma que ocurriría al día siguiente de hecha la fotografía. Como Meiselas describe en un artículo de 2007 [17], debido a la apropiación que de ella hicieron diversos grupos políticos, a través de la racionalización de los símbolos presentes en la imagen, el contexto histórico original de la imagen fue tergiversado.
El sujeto revolucionario que aparece en la fotografía se convirtió en ícono de la propia Revolución en el momento en que el comité de propaganda del FSLN decidió sacar la fotografía de su contexto original de su contexto original e iconologizarla [18], es decir, racionalizar el contenido de la fotografía y usar la silueta y semblante del personaje en diversos medios propagandísticos (pinturas murales con su imagen, esténciles con su silueta, y publicaciones con su retrato). La imagen fue utilizada en 1980 como portada a un especial de los Folletos Populares Gaspar Laviana, debido al simbolismo del crucifijo, y como tributo a los rebeldes cristianos asesinados por la dictadura (Imagen 3). Por su parte, la silueta del guerrillero fue tomada por la derecha estadounidense para promover la idea de una agresión comunista en Nicaragua. La fotografía es un formato tecnológico de documentación resultado de la revolución industrial, y como tal debemos relacionar su creación con la industria gráfica que permitió la masificación de lo visual, así como la red de significados que de una sola imagen, y el sinfín de usos que de ella pueden obtenerse (Kossoy, 2001, 22). La primer aparición masificada de la imagen fue en cajitas de cerillos conmemorativos del primer aniversario del triunfo de la revolución, sin embargo, apareció también como propaganda de la marca Pepsi (Imagen 4) a principios de la década del 2000 con el slogan “It’s your revolution[19]. De la misma manera, y en la misma dinámica de tergiversación u olvido de la memoria histórica,  después de la derrota electoral que llevó al poder a la Unión Nacional Opositora (UNO), los murales sandinistas, muchos de ellos inspirados en la fotografía de Susan, fueron cubiertos con pintura negra y se conservan así hasta la actualidad.
Imagen 4



Bibliografía

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NOTAS




[1] Susan Meiselas es una fotoperiodista estadounidense, su trabajo para la agencia de fotografía Magnum se ha publicado en medios como la revista Time, el New York Times, The Times y Paris Match. Su trabajo fotográfico en Latinoamérica incluye, además de la revolución sandinista- la guerra civil de El salvador en 1981, el tránsito migratorio en la frontera México-EE.UU., y la “transición democrática” de Chile en 1988.

[2] El concepto de cronotopía, acuñado por Mijaíl Bajtín, puede ser retomado para situar e incluir el estudio de las resistencias en los diversos planos que abarca la categoría por su espacialidad y movimientos, que describen una tensión entre fuerzas que se actualizan a cada instante (Maldonado 2016: 17, 22).

[3] Antes de la creación de la Dirección Nacional Conjunta (DNC), en 1976, el FSLN se encontraba dividido en tres facciones: la Tendencia Proletaria, la Tendencia de la Guerra Popular Prolongada y la Tendencia Insurreccional. Esta división fue producto de diferencias ideológicas respecto a la importancia de la lucha de clases populares, la estrategia del foco guerrillero y el papel de las clases medias y la oligarquía nicaragüense. Estas divisiones ideológicas impactaron directamente el desarrollo del proceso revolucionario (Hellmund 2013).

[4] La lucha por la hegemonía cultural puede trasladarse a la apropiación que hizo la dictadura de diversos símbolos nacionales, en particular del poeta Rubén Darío. La apropiación de este personaje, porparte del sistema educativo, llegó a tal grado, que pueden encontrarse versiones editadas de la poesía de Darío, así como diversos facsimilares dedicados al modernista nicaragüense. Salvadora Debayle Sacasa, esposa de Anastasio Somoza García era hija de uno de los más cercanos amigos de Darío, por lo que el poeta dedicó epístolas y versos a miembros de la familia Debayle (Whisant 1992: 23-25). Este detalle, junto con la proximidad cultural impuesta desde el gobierno estadounidense (En Nicaragua, el cumpleaños de Franklin D. Roosvelt fue designado como celebración oficial), forzaron desde temprano a los revolucionarios a buscar referentes alternativos a la cultura occidentalizada impuesta por el Estado.

[5] Cabe un paréntesis para mencionar la importancia de la red internacional de apoyo a la Revolución. Durante la década de 1980 artistas musicales latinoamericanos como Amparo Ochoa, Alí Primera, Daniel Viglietti, al igual que otros músicos anglofónicos, como la banda británica The Clash y el cantante estadounidense Kris Kristofferson, realizaron grabaciones en apoyo al gobierno revolucionario nicaragüense. Los cantautores cubanos Silvio Rodríguez y Pablo Milanés también dedicaron composiciones musicales al consumado esfuerzo revolucionario. Varios de estos artistas se presentaron en las celebraciones del aniversario del triunfo revolucionario.

[6] La invasión de los valles de Olama y los Mollejones es contemporánea a las Expediciones de Constanza, Maimón y Estero Hondo, en la República Dominicana, y la Invasión de los exiliados a Paraguay de diciembre de 1959. Estos movimientos antidictatoriales se encontraban relacionados directamente con miembros de la extinta “Legión del Caribe”  que seguían en activo (Eiroa y Ferrero 2016, 24-25). Además de esto, en Nicaragua ocupan un lugar entre los tantos movimientos de oposición al régimen que habían sido reprimidos: la Insurrección de la Fuerza Aérea en 1957, la Masacre de los Brasiles el 4 de abril de 1954, y la Guerrilla del Comandante Ramón Raudales, famosa por aglomerar tanto a miembros de la Guardia Nacional Nicaragüense como del movimiento nacionalista del caudillo  Augusto C. Sandino.

[7] Eva L. Trujillo “Latinoamérica ante la globalización”, en Coacciones y oportunidades de la globalización: el caso de Nicaragua Sandinista y sus relaciones con Estados Unidos (México: UNAM, 2006), 57.

[8] Firmado en 1914 por el presidente Emiliano Chamorro y el Secretario de Estado, William Jennings Bryan; y abrogado en 1970 por Anastasio Somoza Debayle y el embajador de EE. UU., Turner B. Shelton. Tratado Bryan Chamorro, “Artículo I”, en Gaceta Oficial 8 de Noviembre de 1916, disponible en: http://sajurin.enriquebolanos.org/vega/docs/71 TRATADO chamorro-bryan.pdf [Obtenido el 28 de Marzo de 2017].

[9] Para 1917 las compañías bananeras estadounidenses controlaban la mayor parte de las tierras cultivables en el caribe hondureño (Brand 1972, 123). En El Salvador, las empresas agroindustriales extranjeras se aseguraron el monopolio de los medios de comunicación desde el siglo XIX (Dalton 1996, 80). Por su parte, los marines mantuvieron su presencia como ejército de ocupación en Nicaragua durante 15 años, desde 1921, hasta 1936, año en que instauraron la dictadura de Somoza.

[10] Jaime Wheelock Román “Introducción”, en Raíces Indígenas de la lucha anticolonialista en Nicaragua (México: Siglo XXI Editores, 1979), 1.

[11] En 1958, un decreto del presidente Luis Somoza Debayle y el Ministro de Educación –y futuro presidente- René Schick otorgó autonomía a la Universidad Nacional de Nicaragua. Más información sobre la etapa de gobierno de Luis Somoza puede verse en (Ferrero Blanco 2010, 305-334).

[12] Citado en: Susan Meiselas, Nicaragua Junio1978-Julio 1979 (Barcelona: Blume, 2008), 80.

[13] Guillermo Rothschuh Villanueva “El SRPM y el periodismo de catacumbas”, en Anotaciones sobre periodismo y revolución en Nicaragua (México: Mex-Sur Editorial, 1983), 34.

[14] Datos presentados por Susan Meiselas.

[15] Susan Meiselas, op cit, 87.

[16] Susan Meiselas Photographer (2016). Nicaragua. Obtenido el 29 de Marzo de 2017 en http://www.susanmeiselas.com/latin-america/nicaragua/#id=intro. Dicho mundo de los eventos puede relacionarse con la teoría de Kossoy (2001) sobre la autonomía y realidad propia del documento fotográfico.

[17] Susan Meiselas y Joy Garnett “On the rights of ‘Molotov Man’”, en Harper’s Magazine 2 (Febrero, 2007): 53-58.

[18] Sigo la definición de W.J.T. Mitchell de la iconología como el “estudio de las imágenes a través de los medios”.

[19] Op cit. 57.

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